Hoy es

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♣ Éste es mi Libro de Visitas, en el cual podéis dejar constancia de todo aquello que queráis. Perdonadme que no pueda contestaros personalmente porque son muchos los mensajes diarios que recibo pero quiero que sepáis que los leo con mucho orgullo y alegría ♣

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sábado, 17 de enero de 2009

MI UNICORNIO AZUL. Escrito por Ximena en www.mundopoesía.com

Unicornio salvaje
que corres tan libre
por la tupida selva.


Que buscas incansable
a tu compañera eterna.
Quien entre en tu corazón,
quien te quiera.


¡Mi unicornio azul
que corres por la pradera!
No dejes que te atrapen,
será una quimera.


Tú eres de los sueños,
Tú eres de la selva.
Eres un azul destello
que no es de esta tierra.



Yo conozco de ésto
una vez fui sirena
y era libre y feliz
en mi mar inquieto
y su dorada arena...


Pero encontré al amor
sacrifiqué ser lo que era.
Ahora soy mujer
salí de los sueños
¡Soy verdadera!


Y extraño tanto mi mar,
mi solitaria libertad,
las noches de luna llena,
y su cortejo de estrellas.


Un hombre me atrapó
en las redes del amor,
sin retorno, no hay manera
.



Por eso mi unicornio,
no abandones tu selva.
No salgas de los sueños,
sino tal vez la pierdas.


El amor te ciega
Te regala lágrimas

Te embelesa
¡Te vuelve humano!
y ya ...no regresas...


No regresas...
aunque así lo quieras.


viernes, 16 de enero de 2009

RENACER. Escrito por Mariana Alvez Guerra

"El relato que os muestro a continuación ha sido escrito por Mariana Alvez, de Uruguay, a la edad de 16 años. Entonces ya apuntaba maneras para convertirse en una gran escritora. Esta semana leía esta bonita historia en su blog "Siete Sirenas" . Me gustó tanto que le pedí permiso para publicarlo en éste, vuestro blog, ya que sois much@s los amantes de las sirenas que me visitáis. Espero que os guste tanto como a mi"


Sol cubrió sus desnudos hombros con su chal. Sus tiernas y desoladas lágrimas acariciaban su rostro con brutalidad, ya era hora, sabía que no podía esperar más. Armándose de valor se adentró en las tinieblas de la noche y corrió hacia la playa, corrió como jamás lo había hecho.
Un relámpago iluminó el oscuro cielo por unos breves segundos, suficientes para dejar caer su furiosa luz sobre el rostro acongojado de Sol. La joven observó la eterna inmensidad que se alzaba orgullosa sobre su cabeza y gritando con la voz ahogada se preguntaba por qué a él.
Ahí estaba. Finalmente había llegado al lugar tan temido y esperado, anhelado y repudiado. El mar se encontraba ante ella con toda su belleza y su peligro. Parecía llamarla, burlándose por haber vencido. El maldito le había arrebatado lo que ella en el mundo más había amado y no podía perdonarlo.
El frío castigaba su cuerpo, arrancándole varios escalofríos. Pero esa frialdad poco importaba ante el sentimiento de vacío que envenenaba su desdichado corazón. Tomó una pequeña piedra que yacía enterrada en la arena y la lanzó con toda su fuerza hacia el perverso mar, la piedra fue devorada con ansiedad por la oscura masa de agua, hambrienta siempre. Parecía que nunca nada era suficiente, el mar buscaba destruir todo aquello que en la tierra se encontraba y Sol por eso lo despreciaba.
El dolor de su alma ya era insoportable, era un peso tan enorme que su corazón apenas tenía fuerza para latir. La lluvia continuaba cayendo sin descanso, humedeciendo su cuerpo, su cabello negro, sus manos, su llanto. Cayó de rodillas sobre la arena y gritó con toda la tristeza del amor palpitando en su espíritu. Gritó el nombre de su amante, su pasión, su soledad. Y a pesar de todo lo que odiaba al ladrón, quería entregarse a él para destruir hasta el último suspiro de vida, si lo que cada día soportaba podía llamarse así.


Su angustia era tan desgarradora que hasta el mar se conmovió y decidió quitarse su falsa máscara de maldad para demostrarle a Sol la compasión que en verdad habitaba en él.
En medio de su desesperación y la tormenta, un pequeño remolino de agua hizo su aparición. Tres hermosas sirenas surgieron de él y comenzaron a entonar la canción más encantadora que Sol había escuchado. Intrigada y temerosa por la misteriosa aparición, decidió acercarse un poco más a las criaturas.
-¿Qué están haciendo aquí?- preguntó Sol, con la voz temblorosa.
-Tu amor es tan poderoso que hemos sentido tu tristeza desde lo más profundo de nuestro hogar- contestó la sirena de cabellos azules.
- Nuestro padre nos ha enviado para ahogar esa soledad- dijo la sirena de cabellos verdes.
- ¡Ustedes no pueden hacer nada! El despiadado mar ha asesinado a quien más amaba, lo llevó a su reino, probablemente para hacerlo parte de su colección de pobres desgraciados que han sucumbido ante su gran poder- vociferó Sol, con las pocas fuerzas que le quedaban.
- Quien amabas está bien, nuestro padre lo ha rescatado de su nefasto destino- dijo enérgicamente la sirena de cabellos violetas.
- ¿Por qué habría de creerles a ustedes, hechiceras hermosas, discípulas del asesino? Si siempre con su canto ciegan a los hombres conduciéndolos a una muerte segura.
- Estás equivocada, nosotras no hacemos eso, Sol.



Sol se alejó de la orilla aterrorizada.
-¿Cómo es que saben mi nombre?
Antes de que las sirenas respondieran, un nuevo remolino nació del mar y él hizo su aparición.
- Lo saben por mí, amor- dijo Eduardo con una sonrisa tan encantadora que hacía brillar sus labios.
Sol no podía darle crédito a sus ojos, estaba lista para sumergirse en el mar sin pensarlo un segundo e ir con su amante, pero pronto las dudas se apoderaron de ella y se retiró de la orilla aún más.
- ¿En verdad eres tú, cariño, o simplemente una visión que estos monstruos sin compasión han creado para engañarme como lo hacen con los marineros?
- Alma mía, sabes que soy yo. Aquel día cuando nadaba por el plácido mar, fui demasiado lejos y mi débil cuerpo de humano sucumbió, hundiéndose en estas increíbles profundidades. De pronto, estos hermosos seres estaban a mi alrededor y me explicaron que el mar me amaba demasiado como para destruirme. Sabía que mi amor hacia él era sincero y por siempre haberle demostrado mi respeto en vida, decidió hacerme parte de él, convirtiéndome en su hijo. Esta noche de tormenta, su corazón se ha conmovido ante tu sufrimiento y ha decidido entregarte la oportunidad que a mí me ha concedido.
- ¿Quieres decir que...?
- Que puedes convertirte en una sirena y nadar conmigo por toda la eternidad si así lo deseas.
Sol no sabía si creer todo aquello, pero la mirada de Eduardo era tan sincera como siempre y si él se había convertido en un tritón por decisión del destino, ¿por qué ella no seguía la misma suerte? Sol siempre lo había amado y lo único que en verdad importaba era que estuvieran juntos, si convertirse en otro ser la ayudaba a cumplir su deseo, nada malo en ello había. Y si todo era una mentira, ¿qué importaba? Si de todas maneras esa noche tenía como meta quitarse lo poco de vida que le restaba.
- De acuerdo amor, has lo que debas, lo único que me interesa es estar a tu lado, porque desde que te has ido mi vida se ha tornado en un infierno sin sentido y en llanto me he sepultado. Siento que mi espíritu yace muerto en este cuerpo que te pertenece.
Eduardo le tendió su mano y ella se adentró en el mar. Besó a su amado con toda la pasión contenida hacía tanto tiempo y se entregó a él con ilusión. Permitió que él y las sirenas hundieran suavemente su rostro en el agua glacial.



Pequeñas burbujas escaparon de su boca y su nariz, era el aire que se alejaba de ella, ese aire que contaminaba con atormentada vitalidad su ser. Cerró sus ojos, invitando a la muerte a poseerla, no luchó, el agua en su cuerpo se adentró, la ahogó. Pero antes de que su alma se escapara presta, su antigua silueta se transformó por completo y en lugar de piernas, una cola dorada tomaba su lugar. Sol abrió los ojos con fuerza y emergió del agua, llenando sus pulmones del aire que ahora ya no necesitaba.
- Estás tan hermosa, ahora serás mía y nunca te apartarás de mi lado.
- Te amo, Eduardo- dijo entre lágrimas de emoción.
Contempló a las sirenas y entre su enorme alegría, les agradeció efusivamente.
- No es a nosotras a quien le debes tus gracias, sino a nuestro padre, quien ahora es el tuyo.
- Es el renacer para ti, espero que en esta nueva vida seas más feliz de lo que en antaño fuiste- dijo la sirena de cabellos violetas, sonriéndole afectuosamente a su nueva hermana.
- Gracias mar, gracias sirenas, gracias mi amor por esperarme.
Eduardo y Sol enlazaron sus manos y se sumergieron en el amoroso mar que ahora los acogía. Nadaron con toda la fuerza del amor impulsando sus espíritus y sintieron paz. El sufrimiento había muerto, el destino había sido reescrito y ahora podían disfrutar del maravilloso regalo que el mar en su piedad les otorgó.

domingo, 11 de enero de 2009

AMALTEA. Por Jorge Rivera

"Jorge Rivera, desde Barcelona (Spain), me ha envíado este bello poema que ha escrito él mismo sobre la Ninfa Amaltea, aquella que según la mitología griega, cuidó de Zeus cuando éste era un bebé y que fue convertida en estrella por el propio dios cuando se hizo mayor, en agradecimiento a sus cuidados. He tomado las mejores estrofas de este poema para compatirlas con vosotr@s"

Recuerdo un tiempo lejano y azul

al lado del Mediterráneo,

donde escuché fascinantes leyendas

sobre una desterrada Ninfa

que durante un tiempo vivió junto al mar

medio escondida.


Aquellos que furtivamente la habían podido contemplar,

decían que sus ojos de clara mirada

llevaban el recuerdo de turbadoras visiones

y que protectora de la naturaleza era,

pues cuidaba olorosas plantas y

orgullosos árboles que a su vez, la protegían.

Esta Ninfa de soleada alma

y de nombre, Amaltea,

decidió volver a sus brumosos bosques,

volando a misteriosos horizontes,

a caballo de una sedosa nube plateada

siguiendo el sol de poniente.


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Una espléndida mañana de primavera

contemplando la tranquila rivera,

creí ver la nereida de la que me habían hablado

y sentí el irreprimible deseo de ir a encontrarla,

a sus remotas tierras de corazón verde sin límites

convirtiéndome así en peregrino de una Ninfa.


Así llegué a verdes campos, regados

por las lágrimas de una húmeda mañana

y me adentré en bosques de inciertas sombras

hasta llegar a un valle pintado de verdores,

cubierto por un ligero velo brumoso,

un lugar donde los sueños no necesitaban alas para volar.



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Allí atisbé una misteriosa espesura

y la pude contemplar:

la Ninfa espléndida,

bello enigma.

Sus largos cabello dorados

que le cubrían unos pechos soberanos

remataban una olímpica figura

destacando en un indescriptible paisaje mágico.

Nunca me había sido concedido contemplar tanta belleza,

su visión me vistió irremediablemente de amor.


No soy consciente de cuánto tiempo

la estuve contemplando fascinado,

como quien observa un milagro,

hasta que el cielo se vistió de carmesí

para despedir al sol

y solo entonces decidí que tenía que remontar

el vuelo de vuelta hacia mi mar.

Desde aquel día imborrable

busco cada noche una estrella en la celeste marea

con una obstinación inagotable

pues se bien que estás allí, tú, mi amor, "Amaltea".

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